domingo, 7 de octubre de 2007

Yo trabajo haciendo historietas ...


A continuación, copio íntegro un artículo que me ha llamado poderosamente la atención, debido a que es una posición frontalmente contraria a la que defiendo en este blog, pero que al estar tan sólidamente fundamentada, me obliga a pensar que puedo estar en una senda equivocada. Me pregunto si, como señala el autor, en realidad al hablar de la Novela Gráfica estamos en realidad buscando escapar del desprestigio que tienen los términos cómic o historieta, intentando vestirnos con el lustroso traje de la novela y su prestigio.

Quizá el camino correcto sea esforzarnos por defender a la historieta como vehículo artístico y cultural, lo que en verdad se nos hace cuesta arriba cuando su propio nombre es ya un descrédito, por cuanto semánticamente historieta (como lo es opereta para la ópera) es un remedo de historia, un sucedáneo de menor significado e importancia, emparentado con la comedia liviana y el humor farsesco.

Entonces, si no le llamamos historieta, si al menos yo me resisto a dejarme ganar por el cómic y el manga, ¿como podemos uniformar en latinoamérica un concepto que nos permita ir por la vida orgullosos y decir que trabajamos en esto?

Del mismo modo en que el nombre de novela no es certificado de calidad (porque las hay magistrales y hay basura que se llama así), tampoco si nos llamamos novela gráfica garantizaremos tal cosa al lector. Eso ya es tarea de los guionistas y dibujantes, pero pienso que no deja de ser importante el encontrar ese término que nos defina y nos permita hablar con orgullo de nuestra pasión.

Como me decía un amigo hace algún tiempo, si digo que soy cineasta, que hago películas, entonces soy cool y atraigo miradas de envidia o al menos cierto respeto. En cambio, si digo que hago historietas todos se preguntan que es lo que le pasa a este cuarentón que no termina de madurar.


A continuación, el artículo


Por Jiro Suzuri

La novela gráfica -esa historieta novelesca de pretensiones artísticas- hunde sus raíces en un sinsentido: a finales de la década de los setenta, el historietista Will Eisner popularizó y socavó la noción con su multicitado Contrato con Dios, más próximo -literal y literariamente- al cuento que a la novela por su condición antológica. En la actualidad, el abuso del terminajo sigue sin corregirse: la reedición en español de Poema en viñetas, del escritor italiano Guido Buzzati, ostenta el oportunista e inédito subtítulo de Novela gráfica, oxímoron atribuible a la intromisión de los sabios de la publicidad. Poesía narrativa -descripción mucho más justa- habría evitado parir esa chocante y esquizofrénica quimera que no obstante graznar en verso prefiere la llamen novela, si bien su envergadura no alcanza para tanto.

Si la extensión es uno de los parámetros más fidedignos para distinguir un cuento de una novela, es de suponer que una novela gráfica habría de compartir tal distinción. No obstante, ¿cómo establecer una equivalencia entre la narrativa encerrada en viñetas y aquélla que no lo está? El problema no es sencillo, y mucho menos si, como repite el lugar común, una imagen vale más que mil palabras: un par de páginas dibujadas con maestría bien podrían multiplicarse hasta alcanzar decenas repletas de texto, en un esfuerzo por capturar en palabras lo que la historieta dispone en imágenes. Y aun de ser esto posible, ¿cómo capturar fielmente el espectro de tonalidades, el peso de una línea o la expresividad emanada de la composición? ¿Cómo hacer para no extirpar la ambigüedad hipnótica de una imagen cuando ésta se explica? Por otro lado, la capacidad del lenguaje escrito para decir mucho en poco espacio refuerza el sinsentido de tal equivalencia: ¿cuántas viñetas se necesitan para traducir al lenguaje del cómic, sin menoscabo, Crimen y castigo, Cien años de soledad o Ulises? Un relato breve bien podría ocupar cientos de páginas de historieta, sin por ello abandonar su naturaleza de cuento para mudar en novela gráfica.

Aunque son muchas las adaptaciones historietiles de obras de la tradición novelística -casi siempre abreviadas en flacos cuadernillos-, no por esto se le insufla al cómic la quintaesencia de la novela. Más aún, ¿vale la pena dejar de lado el poder de la prosa desnuda para despertar la imaginación e involucrar al lector en aras de un espurio ennoblecimiento? Algo hay de necedad en pretender amoldar un lenguaje a la horma de otro, en imponer superficiales paralelismos semánticos.

Por más que se niegue, quien prefiere el título de novela gráfica por sobre los más humildes de cómic o historieta pretende embarrarse del prestigio concedido a la novela, y del cual no siempre gozó. Las palabras no son grilletes, y así como la novela trascendió su sentido original de novedad hija de la moda, ajena a la literatura, así la historieta debiera superar los prejuicios en su contra a través de obras y no recurriendo a términos rezumantes de vanidad. Se olvida asimismo que la calidad literaria del género es dispareja: lo mismo es novelista León Tolstoi que Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Si lo que se busca es una dignidad negada, ¿en qué sentido la devuelve un término secuestrado de artes reconocidas como tales? El definirse a sí misma en términos de la literatura y de las artes visuales le niega tácitamente identidad y valor a la novela gráfica, cuyo mérito radica entonces en su semejanza con la novela y su parentesco con el arte colgado en museos y galerías.

A nivel sintáctico, el término supone la primacía de lo verbal por sobre lo visual, en franca oposición a la creencia -tantas veces escuchada de labios de los quijotes de la novela gráfica- de que la imagen es consustancial a la palabra en la historieta. En tanto que novela es el sustantivo determinante de la esencia del objeto, gráfica, en su calidad de adjetivo, tan sólo acompaña y matiza aquello que se es. ¿Cómo argumentar así en favor de la paridad entre ambos componentes? Para evitar este tipo de sinsentidos jerárquicos, mejor inspirarse en el arte cinematográfico y pergeñar palabritas como estatografía, dueña de ese tufillo cientificista tan apreciado por rimbombante.

Fuente: El Financiero / México
Viernes, 28 de septiembre de 2007

1 comentario:

Oscar+AB dijo...

Yo creo que el termino Novela Grafica es mas bien mediatico. Para aumentar ventas, para que la gente crea que esta leyendo una novela. Porque esto de la novela grafica no viene de ahora, siempre ha existido en las historietas largas con cierta continuidad y autoconclusivas. No s� yo el comic Paracuellos o Los Profesionales de Carlos Gimenez siempre los he considerado comics, aunque ateniendo a los terminos bien podria ser tranquilamente novelas graficas, pero lo encuentro un poco chorrada comercial. De todos modos, por poner un ejemplo, siempre me han gustado mas los comics de Eightball de David Clowes que no sus novelas graficas, aunque Ghostworld me gusta al principio, pero el final es horrible con ese toque autoconclusivo para hacerlo asi novela grafica.

A todo esto decir que el comic no deberia negar ningun tipo de expresion, aunque ello conlleve un cambio substancial de registro o de interpretacion. Contra mas variedad mejor, y para crear nuevos estilos hay que experimentar. Vamos, que aunque para mi gusto las novelas graficas sean un tanto pretenciosas y no me gusten, nunca me vereis negando este tipo de creaciones ;)